Resulta interesante que el término estrés derive del vocablo inglés stresse, usado durante la Edad Media para denotar el sufrimiento y la pobreza de las personas.
El estrés en el ámbito universitario, se lo conoce como estrés académico o estudiantil.
Concretamente en la educación superior, los estudiantes universitarios pueden
presentar altos niveles de estrés por el poco control sobre el nuevo ambiente y las exigencias académicas.
Según Arturo Barraza Macías, el estrés académico es un proceso sistémico, de carácter adaptativo y esencialmente psicológico, que se presenta cuando el estudiante se ve sometido a una serie de demandas académicas que bajo la valoración del propio alumno son considerados estresores.
Estos estresores provocan un desequilibrio (situación estresante) que se manifiesta en una serie de síntomas (indicadores del desequilibrio) y obliga al alumno a realizar acciones para restaurar el equilibrio sistémico.
Una vez que hemos identificado las situaciones que nos generan estrés, es importante reconocer cómo reaccionamos frente a ellas y qué efectos generan en nuestro organismo.
Aunque inicialmente el estrés es normal y provechoso, ya que nos ayuda a activarnos para poder responder a las demandas y exigencias del medio, con el tiempo nuestro cuerpo y nuestra mente se van agotando y comienzan a disminuir en su rendimiento.
Estas manifestaciones pueden darse en diversos ámbitos y es importante reconocerlas para irlas identificando en la medida en que van apareciendo y así poder tomar medidas preventivas.
¿Por qué es tan importante para los estudiantes reconocer y saber administrar el estrés académico?
Porque si no se mejoran algunos hábitos cada vez más frecuentes en los estudiantes universitarios, como la disminución y la alteración del tiempo de descanso, el sedentarismo o ausencia de actividad física, la alimentación desequilibrada y la tensión por exceso de responsabilidades, el estrés puede llevarlos al agotamiento crónico, tanto físico como mental y emocional.